por Ivanna Costa del Diario el Clarín
- ¿Es cierto que finalmente vas a actuar en Buenos Aires?
- Dicen que sí, pero no quiero ilusionarme hasta no ver que es verdad. En 1987, de vuelta en una Argentina democrática, vine a presentar mis primeros tangos (estuvo en el Teatro del Viejo Palermo). En ese momento me censuraron y me fui. En octubre del año pasado volví a cantar en Córdoba y fue un reencuentro extraordinario. Se habló entonces de que actuaría en la última edición de Buenos Aires Tango y no pasó nada. Ojalá fuera cierto.
Por el momento, para escuchar a la poeta, cantante y música Liliana Felipe, la variante discográfica es la más cercana. Sus discos circularon hasta ahora de mano en mano (de fanático a fanático) o por mediación de algún espíritu sensible que importaba alguno de sus trabajos desde México. Pero en estos días sale a la venta El hábito, primera edición argentina de esta cordobesa (nacida en Villa María) que se fue en el 74, que cuatro años después se radicó en el DF mexicano y que aprendió a mezclar en su música los colores de ambos sitios de manera deliciosa.
El disco tomó el nombre del bar-teatro que Felipe y la actriz Jesusa Rodríguez su compañera desde hace más de dos décadas— fundaron en Coyoacán. Reúne temas de sus últimos cuatro trabajos: Elotitos tiernos (sus mejores danzones, grabados con La Sonora Reclusur y una cantidad de grandes músicos invitados), La ley del amor (editado junto con el libro homónimo de Laura Esquivel), Lilith y Vacas sagradas (que incluye un tema dedicado a Chavela Vargas).
- En febrero, Chavela Vargas estuvo en Buenos Aires y dijo que eras una de sus compositoras y cantantes preferidas.
- ¿De verdad? ¡Qué bueno! Estábamos medio peleadas con doña Chavela... Bueno, no vale la pena ni mencionarlo. En realidad fue tremendamente gratificante trabajar cerca de ella.
- Después de 13 años de silencio, ella volvió a cantar en El Hábito. ¿Cómo fue?
- Abrimos el bar en el 91 y los primeros espectáculos musicales fueron las Hermanas Aguila, la Danzonera Dimas, Regina Orozco. Chavela solía venir y nosotras le decíamos que tenía que volver a cantar. Aceptó por un fin de semana, pero le dijimos que dos fechas no era fácil programar, que debían ser al menos cuatro. Aceptó entonces cantar por cuatro fechas... y se quedó cuatro meses. Era muy emocionante verla: no sólo significaba su vuelta sino también su vuelta sin alcohol, sin enfermedad, sin lastres.
- ¿Cómo empezaste a componer danzón, que es un ritmo tradicional mexicano?
- El danzón tiene una historia de vida parecida a la del tango: empieza bien abajo, luego lo toma la pequeña burguesía, lo atonta y después lo deja. Hoy muchos jóvenes lo sienten parte de un pasado y faltan compositores nuevos. Entré una vez al Salón Colonia, donde tocaba la Danzonera Dimas, dirigida por Felipe Pérez, uno de los últimos maestros de danzón, y después de ver y oír lo que pasaba allí me subí al escenario y le dije: Quiero aprender a hacer esto. Tiempo después, en el Salón Colonia empezaron a escucharse mis propios danzones.
- Tus temas están hechos de materiales populares ¿Cómo se hace para absorberlos cuando estás lejos de su origen (como ocurre con los tangos) o de su historia anterior (como con los danzones)?
- Bueno, mi forma de componer no depende de esa proximidad. Me dio mucha alegría que el año pasado, en Córdoba, gente que no me veía hace años me decía Estás tocando mucho mejor el piano. Eso significa que funcionan mis rutinas de estudio con Bach y Bela Bártok —para trabajar los dos lados del cerebro—. Pero hace rato quiero confrontar mis tangos mexicanos con el lenguaje y con la realidad porteñas. Leo sus periódicos por internet y también me llega su literatura, pero una parte de mi sensibilidad está desligada de allí.
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